Addison Woolsey (Seattle, 1993) es artista plástico y traductor estadounidense. Vive y trabaja en México desde 2016. Entre Oaxaca y la Ciudad de México, ha desarrollado una práctica de cerámica que explora formas funcionales y escultóricas con referencias frecuentes a los animales no-humanos. Su producción refleja su interés en la semiótica, la vida no-humana (y sobre todo perruna), y el medio ambiente como un fenómeno a la vez local y global. Desde su llegada a México, ha participado en talleres y cursos en el Museo de la Ciudad de México, SOMA, la Unidad de Vinculación Artística en Tlatelolco, Casa Vecina, y en varios talleres de cerámica en Santa María Atzompa en el estado de Oaxaca.
Sus influencias son el arte popular mexicano y la escultura prehispánica de sociedades mesoamericanas. Su trabajo está marcado por la ecología del noroeste de los Estados Unidos y la cerámica contemporánea de Japón. Este artista fue seleccionado para la sexta edición de Salón Acme y es otro de los artistas a los que daremos
lectura en T LA TOA como tradición de esta exposición anual de arte contemporáneo
¿Como consideras que tu obra se integra a la sociedad?
Las piezas que tengo en esta edición de Salón ACME están inspiradas por mis experiencias de convivencia con los perros. Mis amistades con mascotas y varios perros callejeros han provocado en mí cuestiones políticas y ecológicas que no necesariamente tienen respuestas discursivas, sino afectivas. Veo el arte como una forma de expresión que puedo aprovechar para investigar relaciones sociales y ecológicas que requieren una atención a la comunicación no-humana. No creo que lo que haga tenga un gran impacto social, pero espero provocar en lxs que ven mis piezas una reflexión sobre la necesidad de considerar la vida emocional de los animales y de otros seres no-humanos. La objetificación y cuantificación de la vida son dos resultados de sistemas económicos y políticos contemporáneos (capitalismo, neoliberalismo, humanismo) que subestiman el valor de lo no humano. La obra de Ursula Le Guin, por ejemplo, es una gran inspiración por cómo valora la abundancia ecológica y extiende empatía a seres/personas marginales.
¿En que medios haz incurrido recientemente y que ventajas has encontrado en ellos para plasmar tus ideas y conceptos?
Soy traductor además de ceramista, entonces busco maneras de vincular mis experiencias como escritor y lector con mi producción plástica. No diría que mi obra fuera conceptual, pero sí hay una relación entre lo que estoy leyendo/pensando y lo que hago con las manos. Temas como el cambio climático, las relaciones entre humanos y animales, y los mitos influyen mi trabajo con barro. Sus características físicas tienen un impacto sobre mis intereses intelectuales y personales. Una cosa que aprendes como ceramista es cómo desconectar tu ego de la obra porque muchas piezas se rompen y hay tantos procesos químicos que no puedes controlar.
La cerámica es una de las tecnologías originarias de la humanidad, entonces para mí, la gran ventaja de la cerámica es la posibilidad de comunicar con métodos de construcción de culturas antiguas. Estoy muy inspirado en viejas tradiciones de cerámica, por ejemplo, la cerámica Jōmon de Japón o la escultura zapoteca, busco dialogar con sus formas, particularmente con los recipientes zoomórficos que eran bastante ubicuos en las culturas mesoamericanas.
¿Cuales son los retos que conlleva trabajar con diferentes medios?
Para mí la técnica es un valor muy importante en la producción artística. Para producir buena obra, tienes que pasar muchas horas y conocer las características físicas y culturales de tu material. El reto es seguir explorando e intentando cosas nuevas y así entender los límites del material.
¿como crees que participa tu obra en un contexto social?
Cada obra es el producto de un contexto específico y lo que hago siempre refleja mis preocupaciones y también las relaciones que mantengo. Desde mi llegada a México en 2016, he tenido la oportunidad de trabajar con artistas de diferentes culturas y tradiciones y espero seguir conectándome con diferentes comunidades para intercambiar conocimientos y experiencias. En el DF estoy agradecido por el apoyo del taller Mono Rojo, donde lxs artistas Hiroshi Okuno, Maya Sakuma y Olmo Uribe han generado un ambiente mágico para trabajar, en Oaxaca tuve el placer de quemar piezas con el maestro Atzompeño Francisco Martínez Alarzón, quien está trabajando con quemas tradicionales y técnicas que destacan la belleza del barro local. La cerámica es relativamente marginal en el arte contemporáneo y estoy feliz de trabajar en un tal contexto.
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