Natasha crea un universo en potencia, donde lo fortuito juega un papel protagónico
Nunca olvidaré el día que conocí el trabajo de Natasha. Enfrente de mí se erigía una cruz de más de dos metros de la que aparentemente colgaban medallas. Cuando me acerqué descubrí que se trataba de decenas de pezones fundidos en bronce. No había uno igual al otro. Entonces Natasha se acercó y me dijo – “esta pieza la titulé Ni una más, Juárez”.
Así es el trabajo Natasha. Ya sea en escultura, en pintura, de denuncia social o de tintes cosmológicos, Kroupensky siempre hablará de temas trascendentales, de frente y con talento.
Uno de los momentos clave de su carrera fue cuando Natasha estudiaba escultura en la Universidad de MASSART, Boston, lugar donde adquiere una perspectiva más amplia de su propio país. En este contexto la artista concibe Confront Reality: Ni una más, Juárez, una serie de esculturas que confrontan al espectador con la realidad de los feminicidios en México. Una pieza cruda, brutal y al mismo tiempo estética –algo nada fácil de conseguir–.
Confront Reality muestra alrededor de 700 esculturas de bronce fundido que corresponden a los pezones de mujeres reales –artistas, estudiantes, madres, hijas y mujeres transgénero de la ciudad de Boston-, quiénes voluntariamente donaron un molde tras tomar conciencia de la violencia de género en nuestro país. Kroupensky eligió fundir los pezones en bronce porque este material simboliza la inmortalidad y la permanencia en el tiempo. De esta forma, la víctimas jamás serían olvidadas.
Spacial Abstractions
Con esta misma intención de trascendencia encontramos otras piezas de la artista. En la serie titulada Spacial Abstractions, Natasha experimenta mezclando pintura acrílica y silicona, lo que resulta en una reacción química que asemeja una reproducción celular, una especie de mitosis vista al microscopio.
En estos lienzos de belleza orgánica, Natasha crea un universo en potencia, donde lo fortuito juega un papel protagónico. En el proceso químico de estas obras vemos un reflejo del carácter cosmológico que interesa a la artista, donde la pintura adopta una cualidad casi autónoma y fluye como espejo del micro y macrocosmos en un ciclo de infinita resonancia. Es en este lugar de última consciencia donde la artista cree que se puede generar un cambio social: “Tenemos que progresar a un futuro más unido, educado e iluminado”.